Capítulo 11: ... nadie nunca comprendió.
El ligero forcejeo
entre sabanas revueltas se convirtió de forma rápida en besos y caricias suaves, ligeros picos en el cuello,
caricias en los costados y piernas enredadas en un espacio muy pequeño.
—Hueles taaaaan bien—Keith sollozó con la nariz enterrada
hasta el fondo en el cuello de Lance. El cubano se rió, acariciando la espalda
baja de su algo intoxicado novio—, quiero comerte.
El gruñido tomó por sorpresa a Lance, que se rió, sonrojado
hasta la coronilla. Keith pareció tomar eso como un gesto de bienvenida para
frotar la erección entre sus pantalones con el muslo de Lance.
Ya habían sobrepasado esa barrera, al menos con la ropa
puesta, así que Lance no se alarmó. Siguió acariciando la espalda baja de
Keith, probando su lengua juguetona resbalar entre sus dientes romos, de vez en
cuando pequeños dientes afilados le tantearon la piel hinchada de los labios
mientras el vaivén de las caderas despertaba a la parte inferior de Lance.
Por las apariencias, no terminarían pronto, así que se
acomodó en una posición sentada lo suficientemente cómoda para ambos. Keith
suspiró, presionando con dedos lisos los muslos de Lance y el torso apretado
por la respiración inconstante.
Keith estaba relajado, sonrojado y jadeante mientras
acariciaba sus labios y arrimaba sus entrepiernas juntas. Cada quejido leve y
dulce respiración intoxicó a Lance, tan lenta y tortuosamente como sólo Keith podía hacerlo, con sus largas
pestañas haciendo sombra sobre sus rasgos finos y su piel sonrosada apretando
su calidez contra suyo.
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